XXXII
detrás del muro del jardín pegando tumbos
entre risas de niñas volando entre corderos atados de
sus rimas y orinando el encanto plumero que desciende
coche sin ruedas en el curso de noche remachando
el conejo que se escapa de bruces y monta
el perro encima del dedal del dédalo
que se roe la uña y destapa el tintero que explica
la sonrisa cenicero que el corte de su traje japonisa el
fondo de la tela y el carnicero llevándose su hora de
estopa mojada en la bencina del placer repetido
mastica con la cuerda razón el viraje de
horquilla que entre las patas de la mesa duerme hecho
pelota y cree reconocer en el aliento de su estancia
el décimo que pimienta el corazón del lobo de
otra parte a esta fecha bailando el fandanguillo en
el claro de luna encerrado en el sobre de granito
encima del tablero que sacude deseo que pasa su
pañuelo por la nariz del reo picoteando el pollo
el contrabajo que la flecha ha podrido lo que
fue su trabajo y pasea la calle en coche por la
tercera vez reteniendo su aliento y pisando su vino
duro como una piedra a golpe de martillo menos
mal que la luz envuelve su mirada el espejo que trama
el contrapiés chisporrea el enojo de cortina que
agita la manera de decir su secreto contra viento y marea
corazón y repinta de azul alrededor de
ti las horas y refresca las líneas de tu mano
del zumo de tu amor derrama tu ternura acaricia
la tarde de verano y mécela en tus brazos hasta
que se adormezca el hoy hecho de espinas limpiabotas
que trae su tercer palanquín esperanza de viento
sudoeste tapiz de nácar y cuentas atrasadas la balanza de
bronce que [ adormece ] su querer metamorfosis
virgen de polvo y paja estribo de cabeza de chorlito
pan de maíz y raja de sandía su velo que
destroza su contento necesario equipaje atado con
la espuma que dirige el motor de su sombrilla
verde la picazón del silencio del puerto misógino