XIII
cien fuegos las llamas inmóviles
están muertas de fatiga de
los gritos de chinas desde el hielo
del pie mientras las impresas
medidas nacen de ellas cansadas
de esperar encima del montón
de lentejuelas del [ pescado ] bonito esperando
también que salga el secreto
que de ellas mismas trajeron los
toreros en el coche sin freno
desmedidos también en otro caso
que ellos mismos dijeron no conocer
en ellos que si la falta es
la espada que atraviesa el
ramo la botella también acude
al cariño desnudo de su brazo
y es verdad que como una vez
subiendo el precio que le dieron
las manos retuercen el amarillo y
el trueno esconde los zapatos en
su pecho sin vergüenza cien y uno después renacen
en colinas y echándole detrás los perros la cacería desfila
en su recibo cuando amanece el cocido en la mesa
y es después el peinado de hierros ensartados en donde
las pulgas pican las botellas haciendo que las contribuciones
le parezcan de dulce al condenado ciego