XXII
que bueno está el tiempo
para hacer ver a las gentes lo que
tienes que enseñarles que no
digan después que todo lo llevaste
al extremo y que dejaste sólo
las espinas pero es preciso
hacerlo hoy que ya detrás se
esconde la clara faz
de su faca abierta contra el
pecho y desabrocha el río
que enciende su cariño y lo
deja tendido en medio de
la yerba que ya está bien
llevarse el hilo y tirar los colores
uno a uno hasta hacer rebosar
el pozo ciego que su casa
le hicieron y que digan
a la sombra del tilo que
entre las hojas caen monedas
que esperen el eclipse y que
tomen el cambio
sin decírselo a nadie estañando