XXVI
cantando las campanas y los mirlos
rascando ahora por la tarde a las seis
que ya no puedo más de este milagro
que es el no saber nada en este mundo
y no haber aprendido nada sino a querer
las cosas y comérmelas vivas y escuchar
sus adiós cuando [ suenan ] las horas desde lejos y
se van jugando al horizonte entre muchas
razones que tienen de no decir el porqué
de cómo aparecieron y agitar el prisma
que visten llevándose sus alas al nido que
esconde la flauta de caña con un
vocabulario de pasas y de higos secos
de avellanas y almendras secas que
las castañas se mueren de risa de
verse tan gordas que ya pensarán pilongas
al metro y la cadencia del pasado
peor que tan bien les
llegó el día que
es de noche y con el frío las
quemarán al fuego de la espiral
del caracol mentiroso y cautivo
su escalera cruzada entre las
gotas de la lluvia que castiga el amor
haciendo blanco de la noche que enciende
su pitillo en el bosque que llama su sonrisa
y rebusca en oreja la calle que no olvido
y el choque que rebaja su nivel haciéndose